Los cloradores salinos se han convertido en uno de los mejores métodos para tratar el agua de una piscina. Cada vez son más los usuarios que confían en las ventajas de estos sistemas, ya que son mucho más eficaces, económicos y ecológicos que los cloradores tradicionales. Para que tú también puedas disfrutar de sus beneficios, te enseñamos cómo funciona un clorador salino.
La electrólisis salina es un método para tratar el agua donde el cloro se produce directamente en el agua tratada a través de un proceso de electrólisis. De esta manera, no es necesario añadir ningún tipo de producto químico para garantizar la calidad del agua. Además, los cloradores salinos funcionan de manera constante y de forma automática, lo que reduce los costos en productos adicionales y los tiempos de mantenimiento.
Funcionamiento de los cloradores salinos
El principio de funcionamiento de un clorador salino es muy sencillo. Se hace circular una corriente eléctrica por una solución salina a través de unos electrodos. Así, los iones de cloro (Cl-), provenientes de la sal disuelta en el agua, se oxidan en la superficie del ánodo, perdiendo un electrón y recombinándose para formar el cloro gaseoso (Cl2), el cual se disuelve rápidamente en la solución.
El cloro obtenido mediante este proceso electrolítico es puro y limpio, ya que a diferencia del comercial no contiene ningún tipo de aditivo. Además, se trata de un cloro con una mayor capacidad desinfectante, al disponer de una reactividad superior y una alta concentración obtenida en la celda. Este ciclo químico se repite constantemente, porque una vez realizado el proceso desinfectante el cloro vuelve a su estado químico en forma de sal, consiguiendo que el agua de la piscina esté limpia y cristalina en todo momento.
Para que los cloradores salinos puedan llevar a cabo este proceso, es necesario que haya cierta concentración de sal en el agua. Así, esta contendrá la cantidad de iones de cloruro necesaria que lleve a término el ciclo descrito anteriormente. Solo es necesario añadir sal común hasta conseguir la cantidad de gramos por litro adecuada, generalmente 5 g/l. Esta concentración, que es equivalente a la lagrima del ojo humano, ofrece numerosos beneficios en contacto con la piel o los ojos.